* De espíritu alegre, mente
ágil y despierta a sus 73 años no deja de atender a las mujeres embarazadas que
acuden en busca de sus servicios.
Ramón
Bragaña Benítez
Juchitán, Oax.- Frente a la Capilla de los Pescadores en la
populosa y colorida Séptima Sección en uno de esos tantos callejones donde se
respira el olor a pescado y guisos que la mayoría de las mujeres hacen todos
los días para vender, se ubica la casa de María Luisa Thompson, mejor conocida
como Na María Partera.
Desde la
calle se alcanza a ver un portón negro abierto de par en par con una enramada
que hace las veces de sala de espera de los familiares de las mujeres que
acuden a aliviarse. A la derecha, un camino hecho de mosaicos colocados sobre
la arena marcan la ruta para llegar a una reducida estancia donde un
escritorio, una pequeña cama y una alacena de madera y cristal llena de
medicinas dan la bienvenida a las pacientes.
Na María Partera
no estaba cuando nosotros llegamos a su casa. Había ido a una cita médica. Media
hora después una mujer de tez blanca, vestida con un traje de tehuana y un
rebozo, atravesaba el portón para llegar a nuestro encuentro.
Su cara se
puso roja de pena al saber que llegábamos a entrevistarla para conocer la
historia detrás de esa persona que ha recibido a más de cuatro mil bebés a lo
largo de 56 años de haberse dedicado a ser partera.
Con un
gesto amable nos invitó a seguirla a su consultorio. Una vez dentro sacó un
libro de color amarillento donde ella guarda celosamente cada uno de los
nacimientos en los que ha participado desde el año de 1959.
“Desde los
17 años me dediqué a ayudarle a mi mamá en la pesquería Bernal, de donde
nosotros somos originarios. Yo continúe con la labor de mi madre cuando ella se
vino a buscar una nueva vida junto con mi papá acá a Juchitán. En este libro
faltan más de la mitad del tiempo que he ayudado a todo tipo de mujeres a traer
sus hijos a este mundo, pero estoy segura que son más de 4 mil niños eso no
cabe la menor duda”, compartió
El rostro
se le ilumina cuando va leyendo uno a uno los registros de ese libro, los
nombres de las mamás, el peso del niño, su estatura, su complexión y alguna
referencia significativa, cada detalle esta descrito en cada uno de los
registros hechos por una mujer zapoteca que aunque no terminó la Primaria su
aguda inteligencia la llevó a prepararse y superarse día con día.
En la
pared de su consultorio se encuentran algunos diplomas que respaldan los cursos
que ella asistió sobre el manejo de mujeres embarazadas, principalmente para
poder identificar cuando se trataba de un embarazo de alto riesgo.
Con la
mirada puesta en cada uno de ellos comienza a decirnos cuál fue el primero que
asistió y con una especie de risa nos comenta que fue invitada a un Estado del
norte para un intercambio de parteras provenientes de Estados Unidos de América,
pero por el miedo de subirse a un avión no asistió, “Me dio mucho miedo. En esa
ocasión nos estaban pagando todos los gastos, pero no quise ir. ¡Qué tal que se
cayera el avión!”, comentó mientras se reía.
En un
cuarto adjunto, ella tiene lo que llama su sala de expulsión, integrada por un
par de camas, una ‘mesa de expulsión’, una cuna metálica con una lámpara donde
el recién nacido es colocado para que se sienta a gusto.
“Acá es
donde se acomodan las mujeres cuando ya están en el momento de iniciar su labor
de parto. Antes yo llegué a atender en una noche hasta cinco pacientes. No
había hora de descanso, ni siquiera de comer; era mucha la responsabilidad de
tener la vida de cinco criaturas en mis manos”, comentó
Ante la
falta de clínicas de salud y del hospital general, la cantidad de trabajo era
tal que habían semanas en las que atendía de dos a tres partos diarios.
“Por eso
mírame, estoy enferma del corazón; mis huesos ya no pueden cargar nada pesado,
me he puesto muy flaca. La verdad es una satisfacción para mí haber podido
dedicarme a esta hermosa labor, pero la vida me ha pasado una factura muy
grande. El exceso de trabajo y el estrés que éste ocasiona me han dejado a mis
73 años muy cansada, pero no por esto dejo de trabajar”, señaló.
Actualmente
su trabajo se ve reducido a un par de alumbramientos al mes, uno de sus últimos
trabajos fue el día 4 de agosto, donde atendió a Juquila Andrea Ramos Muñoz
quien tuvo un pequeño varón.
Juquila
Ramos Muñoz comentó que decidió acudir con una partera y no con un médico
debido a la forma tan fría en que éstos suelan tratar a las mujeres por el gran
número de consultas que se tienen que atender.
“Preferí
ir con Na María Partera porqué ella es mujer, porque es madre y porque cuando
la conocí me brindó toda la confianza necesaria para tomar esta decisión”,
comentó
Es así que
por más de cuatro generaciones completas Na María partera es reconocida como
una de las mejores parteras de toda la región del Istmo de Tehuantepec. Para
ella no importó nunca la hora, el lugar, si tenían o no dinero, lo único que le
importaba era atender a quien la necesitara en ese momento.
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